Cualquier aficionado a leer en Bilbao sabe de sobra del bilbainismo del bilbaino Miguel de Unamuno. En casi todos sus libros -novelas, ensayos, poemas, teatro- existen abundantes muestras de su amor por Bilbao. Sería necesario un libro muy voluminoso para recoger todo cuanto escribió dedicado a la villa y a sus cosas.
Ensayos que después de ver la luz formaron parte del libro "De mi país", seguramente el libro más conocido por aquí. Ensayos recogidos en otro libro no tan conocido, publicado por la revista "Hermes" y titulado "Sensaciones de Bilbao". Sus "Recuerdos de niñez y mocedad"... Su magnífica novela, llamada por alguien la novela de Bilbao, "Paz en la guerra". Su "Rosario de sonetos líricos". Sus otros ensayos, publicados en libros, revistas y diarios de España y de fuera de España... A cada paso Miguel de Unamuno recuerda y escribe de su Bilbao, de su "bochito", como le llama cariñosamente con mucha frecuencia.
Por eso sorprende un poco el que durante los nueve años que empleó en escribir su única obra póstuma, el "Diario poético", que contiene nada menos que mil setecientos cincuenta y cinco poemas, comenzado el 26 de febrero de 1928 y concluido días antes de su muerte -concluido por eso mismo-, o sea el 28 de diciembre de 1936, sorprende no poco, digo, que apenas dedicara una docena de ellos a este Bilbao que recorbada tanto.
La primera de todas tiene fecha del 18 de junio de 1928. Es un recuerdo de niñez:
¡Cochorro de mi niñez!
En el cuévano en que guardas
tus alas de zumbar el vuelome traes la dulce mañana
de mi primer primavera
del Bilbao de mis entrañas.
Esos tus abaniquitos
me brezan brisa del alba
del alma que halló entre flores
de castaño tu morada,
cochorro aristofanesco,
juguete de mi alborada.
Manso cochorro, que preso
del hilo traidor volabas,
pide al Dios de los cochorros,
el Dios que me sopló el alma,
que no corte el hilo santo
que mis recuerdos enlaza.
El 12 de julio del mismo año dedica a las narrias de la villa:
No volveré a veros narrias,
al Bilbao que se me fue,
resbalabais silenciosas
por calles de mi niñez.
Al paso de lentos bueyes,
que iban babeando a la vez
que el barrilito goteaba
e iba marcando el cordel.
¡Qué encanto montar un poco
sobre las vigas y ver
que el Nervión también sin ruedas,
se iba a la mar sin saber.
Y así marchó mi vidita,
¡Qué sirinsirin aquél!,
las ruedas del automóvil,
invención de Lucifer.
En septiembre, el día 26, escribe en su diario nada menos que cinco poesías. En una de ellas vuelve a recordar su niñez bilbaina:
Sancho de Azpeitia arrogante,
a Don Quijote replica,
y en romance vizcaíno,
en erdera quijotiza.
Te he hecho mía, lengua hermosa,
a chuchu de alta conquista,
y he de meter en tu colco
concordancia vizcaina.
Cuando chenche en mi bochito
tus acentos balbucía,
hice risas de tu verbo
luego entre chalados de villa.
Entre coitaos y memelos
mi campaña proseguía,
salí de los sirimiris
para subir a Castilla.
Se me secaron los huesos,
mas en sus tuétanos vibran
la húmedas chirenadas
de mi niñez bilbaína.
En octubre recuerda a un amigo de su niñez muerto, y hasta marzo de 1929 no hay ya en el diarío poético ninguna otra referencia a su cara ciudad natal:
El cuitao es en Bilbao
un coitao.
En Cuaresma, bacalao
al sirimiri
se ingiere.
Gargantúa,
¡venga grúa!
Pero, hombre, ¡que así se muere!
¿Que más da?
Y de otro modo, también. ¡Carne va!
La cuita nos dé esperanza;
de la panza sale la danza;
allí en el muelle de Ripa
se abastecía la tripa;
de este mundo sacarás
lo que metas y no más.
El mismo día insiste en sus recuerdos de niñez:
¡Aivá éste! ¡Nos ha meao
en mitá mitá del ojo!
¡Ay, mi niñez! ¡Mi Bilbao!
¡Calma , alma mía, tu antojo!
¿No está meándome el cielo
sirimiri de ilusión?
¡Dios, qué mezquino el consuelo!
Tu mar me dará la razón.
Un leve recuerdo del Nervión, junto con el Tormes, el Bidasoa, hay cuatro días después. El 6 de marzo de 1929 escribe en Bayona:
¡Ay, catedral de Bayona!
¡Santiago de mi niñez!,
cielo vasco por corona,
ya se fue mi peor vez.
Sediento en la Nive bebo
memorias de mi Nervión,
donde al viejo, Puente Nuevo
se le llama y es razón.
Bayona de la añoranza,
el recuerdo es porvenir;
el porvenir, esperanza;
Bilbao a la mar, morir.
Todavía el mismo mes, el día 11, dedica una poesía al sirinsirin de San Nicolás:
Ay, el sirinsirin de San Nicolás,
a gastar las pobres bragas por detrás,
calentarse el culo y vuelta al escás.
La piedra pulida de tanto tristrás;
se gasta el ensueño
al mismo compás.
El 18 de abril escribe:
Bilbao, el barco dice adiós a silbo;
la mena roja llévase el Nervión;
antaño a Shekspir al cantarle el bilbo
el arte le cantaba del ferrón.
En septiembre del mismo año, el día 20, encontramos este recuerdo de Trueba y de su niñez:
"Cuentos de color de rosa"
nos dejaste, amigo Trueba;
su lectura me renueva
la niñez esperanzosa.
Me ciñen rosas al alba
de la vida que he soñado,
y me limpian de pecado,
que es el niño quien nos salva.
Cruzábamos nuestras horas
en las estradas de Abando,
tú con tus cuentos soñando,
yo soñando en cojer moras
Tú fuiste, Trueba, el primero
que adivinara mi sino,
Dios te puso en mi camino
cuando rayó mi lucero.
Vuelvo a tu chocholería,
la del Bilbao de mi cuna,
la rueda de la fortuna
vuélvanos el primer día.
Un último poema en aquel año de 1922 habría de escribir todavía en su "Diario", relativo a Bilbao, dedicado "a Juan Echevarría, mi pintor":
Mi puente de Isabel Segunda,
luego puente del Arenal;
sobre el Nervión al puente inunda
a las doce río animal.
Ríe la ría risa sucia,
sudor de hierro, lleva al mar;
a las costureras acucia,
hay que ganarse un mal pasar.
Sobre la ría pasa un río,
agua de ensueños va a dormir;
puente de vida, mocerío;
¡Ay mi Nervión, del porvenir!
Aún hay en ese interesante "Diario poético" otra poesía dedicada a su ciudad natal, titulada precisamente "Bilbao". Tiene fecha del 25 de enero de 1931 y dice así:
Tú, no; tú, no, Bilbao, me cuentas
historias;
tú, con labios de madre, lentas
memorias
que hablan de eternidad;
de eternidad de antes de niño,
de la antecuna
que arrebujado a tu cariño
dormita mi fortuna;
tuya, Bilbao, mi humanidad.
Tú eres mi tierra, mi terruño,
terrón;
en mis entrañas el cuño,
de tu Nervión.
Tú no, tú no, Bilbao, fantasmas
de tinta,
menguadas cataplasmas
que a la razón encinta
le calman los ojos de la fe;
tú alboreadas brumas, rocío de oro,
mortal rocío,
donde en divinas plumas,
final tesoro,
sin albedrío,
libre de todo ensueño, me dormiré.
Ahora que se acerca el centenario de su nacimiento, y que en varias ciudades de España y del extranjero se preparan actos y publicaciones de homenaje, pienso que Bilbao es la ciudad que más deuda tiene con tan grande escritor y hombre, no sólo porque es su hijo más notable, sino porque a lo largo de su vida -que no fue corta- contó con mucho afecto a su bochito, a su rincón natal.
Con el mismo afecto con que cantó siempre, también, a "su España adorada", el otro amor intenso de Miguel de Unamuno.
ANGEL MARÍA ORTIZ ALFAU
19 de septiembre de 1962
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