lunes, 13 de enero de 2014

LUIS ANTONIO DE VEGA: "El amor de la Sota de Espadas", la novela de Bilbao



     El amor de la Sota de Espadas es la última novela que escribió. A diferencoa de su amigo Zunzunegui, que empezó novelando su entorno, escribiendo cuentos y patrañas de Bilbao y su ría, Luis Antonio de Vega empezó escribiendo sobre países lejanos - la India y el Japón- para, una vez aposentado en el Rif, escribir novelas sobre esa tierra misteriosa, que conocía como la palma de la mano. Sólo al final de su vida regresa a su tierra y asu infancia, para novelar costumbres y modos de ser de Bilbao; de la medina Bilbao, como él gustaba decir y había escrito muchas veces.

     Ya había dedicado a su villa natal encendidos elogios en múltiples reportajes y artículos de memorias, en sus libros de gastronomía, en que le sale aquel orgullo culinario de ser de la villa donde se cocina y se come y se bebe bien.

     Pero esta vez escribe sobre Bilbao no en su condición de gastrónomo y catador de vinos, de zurrutari. Luis Antonio de Vega llevaba a Bilbao en el alma, como lo demuestran estas líneas de Primavera en Castilla, novela de 1923, donde se ve  al escritor de cuerpo entero: "Por las márgenes del Nervión se encendían los hornos del metalurgo, colmenas de obreros con sus trajes azules mahones llenaban las fábricas de jarcia de construcciones metálicas, los grandes astilleros de Olaveaga, los talleres y los muelles sucios de carbón y de limaduras de hierro, atravesados por una impetuosa onda vital que ligaba con el mar a la ciudad vascongada de las laboriosas fiebres, imperiosa y ávida, que seguía el camino de su dominio por aquellas dos orillas sembradas de chimeneas flotantes de barcos y de chimeneas gigantescas de fábricas y ferrerías" (Primavera en Castilla, 164).

     O esta otra descripción, propia también de un maestro: "Desde los caseríos de Larrasquitu se veía Bilbao dividida en dos partes desiguales por las aguas del Nervión, que tenían un raro color de arcilla; el Peñascal, con sus rocas blancas que semejaban fantásticos icebergs, deslumbró su pupila, pero fue solamente un momento porque, ya cercano a la cumbre de la montaña, dominó el mar de Vizcaya, que se extendía manso, sereno, todo azul, como las aguas de un piélago sin corrientes." (Primavera,162).

Ediciones El Tilo, S.L. Bilbao, 2000


     Con El amor de la Sota de Espadas obtuvo el premio Pedro Antonio de Alarcón, convocado por la editorial Colenda, ante un jurado formado por Francisco Gillén Salaya, Pedro Cava y José Luis Fernández-Rúa. El jurado, en la exposición con que justificó el galardón decía que "se trata de una novela sencilla, profunda y vigorosa y decididamente original. Sobre un fondo intenso, coloreado y vívido del Bilbao de hace cuarenta años, en fuertes y animadísimas estampas, se va novelando en caso histórico y conocido, en una acción de fuertes trazos y un relato de finas y modernas calas psicológicas. No suenan en esta novela las limitaciones y resonancias más o menos disfrazadas de otros autores y otras novelas. Esta que se premia tiene pintura precisa, voz y personalidad propias: es una novela hondamente española, hondamente vasca y hondamente universal, en la que se estudian dos casos de psicología de los sexos, en un clima trágico, con grandeza de tragedia griega... Todo en ella es sencillo, y bello, y natural, como el correr de la vida misma."

     "Sencillamente, profundamente, magistralmente escrita y desarrollada, esta novela nos ha parecido bella, fuerte y original, digna de merecer el premio que lleva el nombre ilustre de Pedro Antonio de Alarcón."

     El amor de la Sota de Espadas quiere ser una radiografía de Bilbao en los años de su infancia y adolescencia. A través de unos hechos que sucedieron entonces, y que forman parte de la historia local, se traza un cuadro social del Bilbao de 1910 a 1920. Todas las refrencias simbólicas están aquí: Chiquito de Abando, Cocherito de Bilbao... Es, salvando todas las distancias, como otra Paz en la guerra, -o como La Quiebra, o como El Botín, o El Intruso-, una referencia literaria obligada. Yo le tengo una gran estima a esta novela, que debe ser tenida en cuenta siempre en la ya larga serie de novelas de Bilbao.

     En ella se hace una descipción magistral de la ciudad y se sus gentes. Sorprende el descubrimiento de un Bilbao romántico: "Su vida se desenvolvía, en cuanto soltaba el remo, en el marco más romántico del romántico Bilbao, una población que estaba sin descubrir, o por mejor decir, mal decubierta. Los que pasaron por la capital de Vizcaya la encontraron dinámica, fabril, negra, torcida; pero romántica nadie."

     A este Bilbao romántico le encuentra semejanzas con otras ciudades marítimas que conoce: "En el Mediterráneo, el puerto de Trieste daba una réplica romántica a Bilbao. Las callecitas de los barrios, donde la población italiana era más densa, se asemejaban a las Siete Calles y hasta tenían sus cantones y sus borracherías. El casco viejo se parecía bastante a las juderías nórdicas, a las de Amsterdam... En Bilbao comienza por ser romántica la ría... La favorecía la torre, la favorecían los puentes... Bilbao era romántica desde que se entraba en la villa por el camino de Bolueta; el paseo del Corregidor y Miraflores, buena balconada para mirar hacia el monte y hacia el valle en un día un poco ceniciento."

     Respecto al tonio de su población, Luis Antonio de Vega habla con orgullo del origen humilde de los poderosos de la ciudad. "Azada y remo fue Vizcaya entera, sin más títulos ni más nobleza que la de sus parientes mayores. Bilbao no presumió de abuelos. Presumió de campesinos y marineros. Más tarde, de mineros y metalúrgicos... Aquella sí que era nobleza, y lo demás chanfainas."

     Se transparenta en la novela su gran admiración por las mujeres bilbainas, activas, trabajadoras, responsables; capaces de afrontar todos los riesgos y contratiempos de la vida. El matriarcado que es la villa está espléndidamente tratado en sus páginas. "Eran más tenaces, más voluntariosas, valían más que los hombres y de una manera natural, sin encontrar resistencias, se hicieron cargo de los mandos... Eran fuertes como las más fuertes mujeres de la Biblia."

     Las viudas dan la cara; las casadas obligan a sus maridos a que la diesen... Las viudas imitaban más o menos a la de don Tomás de Epalza. La Viuda de Epalza, doña Casilda Iturrizar, dedicada a los pobres, había organizado la caridad como quien organiza una casa de banca... "Se convirtió en una técnica de la filantropía. Mientras buscaba atentamente una desgracia a que poner remedio, vigilaba sus acciones, sus minas, sus barcos..."

     Ya Luis Antonio de Vega había publicado, en el semanario Domingo, una semblaza de dos mujeres bilbainas, dos símbolos de aquella sociedad en crecimiento, que están en la clave de esta historia: La Viuda de Epalza y Santa la Botera. Esta crónica sería recogida en su libro Nosotros los vascos.

     "A esta Santa la Botera -o Luz Barrenechea- sí que debía dedicarle Bilbao una calle, y no a los chocholos ni a politicastros, o erigirle una estatua como representante de la artesanía femenina de Vizcaya, como la que tiene doña Casilda de Iturrizar como tipo representativo de las damas ricas de Bilbao, que también son una clase de mujeres de las que no se debe hablar sin quitarse la boina." Nosotros, los vascos, 37).

     Porque nuestro autor, como escritor ovíparo que es, según la definición que diera don Miguel de Unamuno, fue engrosando aquél nódulo inicial hasta dar forma a esta excepcional novela. Aquellas dos mujeres de tralla, cargadas de valor simbólico, están en el origen de esta novela, empujando con su ejemplo la construcción de la sociedad del futuro.


     Luis Antonio de Vega, en la crítica que dedicó, en La Estafeta Literaria, a Mariona Rebull, la primera obra de la trilogía La ceniza fue árbol, de Ignacio Agustí, describió la moral pragmática en que creía y en la que veía el motor del crecimiento de las sociedades en desarrollo: "Los jefes de industria creaban, en la Barcelona de finales de siglo, un anueva aristocracia. Ganaban honor, pero no cómodamente. A mi se me llenaban las pupilas de gozo leyendo las páginas en las que Ignacio Agustí describía la forma que tenían que ganar honor los industriales barceloneses. Con las manos ásperas, abriendo las puertas de sus talleres a las cinco y media de la mañana, colocando a sus hijos de meritorios en las oficinas y depidiéndoles como a otro holgazán cualquiera que no fuese de su familia, si no daban el rendimiento deseable.

     Con esa horadez, y solamente con esa honradez, de una artesanía que pasaba a ser burguesa para luego convertirse en aristócrata, pudo hacerse Barcelona, como se hizo Bilbao. Poniendo una disciplina de trabajo, no permitiendo argucias de holgazanes, ni que se les desquiciase la rueda de la fortuna por culpa de nadie.

     Entre un individuo que roba horas de jornada a su patrón y otro que roba carteras en los tranvías, yo no acierto a encontrar ninguna diferencia."

     Cautiva la fuerza con que Luis Antonio de Vega describe la calle de Arechaga, don de vivía el protagonista, Claudio, hijo de Santa la Botera, así como sus aledaños, poblados de gentes humildes, con su bondad y su alegría: "La calle de Arechaga era republicana y socialista. Enclavada en el distrito de San Francisco, el que más tenazmente suministraba concejales socialistas y republicanos, podía asegurarse que era una cuestión forastera, maqueta, en la expresión comarcal... En aquel mundo bullicioso, popular, forastero, de riojanos, burgaleses y aragoneses, todavía la gente adulta en su primera generación de emigrantes, sin tiempo suficiente para que la villa se les hubiese anexionado, conducido por la mano firme de su hermana Luz, entró en la infancia de Claudio."

     La descrpción de los inquilinos de la casa de Claudio no tiene desperdicio: Don Fulgencio, el portero, zapatero remendón y recitador de versos, con su oficio vergonzoso en La Habana dedicado a regoger la "caca y la mea" de los ciudadanos, el barbero, callista y practicante, que sacaba las muelas al vecindario y, sobre todo, la huérfana Basilisa, que tenía un gran número de realquilados, hasta su boda con un forjador asturiano, que se trae a su madre de Asturias, a la que Basilisa cuidará con toda abnegación.

     "Todas las mañanas con una aguja de hacer media pescaba las guindas en aguardiente. La trataba como a una niña. Esta por su hijo... Esta por mí... Esta por Facundo Perezagua, que es socialista, para que no crean que vizcaitarras o así nos hemos vuelto. Aunque yo, por un decir, como soy de Galdácano, algo vizcaitarra también ya soy. Pero no tanto como Sabino. Los fueros nada más."

Exlibris de Ediciones El Tilo

     A medida que avanza la novela, vamos viendo cómo Claudio, enamorado de una muchacha torera, María Salomé, la Sota de Espadas, decide dejar los estudios de naútica para iniciarse en el arte de los ruedos. a tragedia surge cuando la chica resulta ser un hombre: María Salomé se ha convertido en Agustín Rodríguez.

     La tragedia es doble: la de Claudio, enamorado de una mujer que no existe. La de Agustín, convertido en un hombre que se siente mujer.

     "Estrabón descubrió que las tribus del Cantábrico estaban dominadas por las mujeres." La peliaguda cuestión del matriarcado. Así necesitaba estarlo Claudio. Su amos por Elvira, de la que se enamora después de su fracaso con la Sota de Espadas, no es otra cosa que su necesidad de ser maternizado. Víctima de eso que el autor llama "el complejo de Madona", necesitaba que su novia sustituyese a su madre. Todo un capítulo de de la Phatología sexualis de Krafft-Ebing. Ya casado, ante la imposibilidad de consumar el matrimonio, el día dos de mayo, después de subir a Mallona con los liberales de la Sociedad El Sitio, busca la muerte en la plaza de toros. Un toro de Urcola le partió el corazón.

     Así lo contó "Pescadilla" en su crónica de El Noticiero Bilbaino: "Ayer, en la plaza de Vista Alegre, se suicidó Claudio Iruretagoyeneche, Boterito de Bilbao."

     El protagonista de esta novela, Claudio Iruretagoyeneche y Barrenechea, el hijo de Santa la Botera, ha sido programado para la lucha por la vida, para el ascenso, para el pragmatismo, que es la moral de toda sociedad en crecimiento. Pero todo se viene abajo porque su personalidad inmadura, su afectividad lábil no responden a las exigencias del modelo ideal. El amor, la tauromaquia y algo más, una personalidad esquizoide, dan al traste con el plan de vida que le han trazado. ¿No hay aquí algo del Amor y pedagogía de don Miguel? Abandona su proyecto de ser capitan mercante para ser torero y acaba enamorándose se una señorita torera que resulta un gachó. Claudio Iruretagoyeneche es una víctima más de esa enfermedad moral o psíquica que contagian las amachus, lo que el psiquiatra catalán Esteban Murcia-Valcárcel ha llamado "el matriarcado patológico."

Alicante y Trespadrene
Septiembre y Octubre de 2000

viernes, 27 de diciembre de 2013

RECORDANDO A UNAMUNO, Jesús Mª de Leizaola, Ex-presidente del Gobierno Vasco en el Exilio, 31 de diciembre de 1986

     Casi cincuenta años nos separan de la muerte de don Miguel de Unamuno y Jugo, acaecida el primero de enero de 1937, y su recuerdo puede aparecer algo muy lejano, aún para quienes como yo le conocieron y pudieron dialogar con él largamente.

     Pero a mí no me alcanzó tal posibilidad, pues mis estudios universitarios no me llevaron a Salamanca sino a Valladolid y tampoco fueron comunes las materias en las que hubieron de versar. Esto que debo testimoniar ahora no nace, pues, sino de contactos con él en las Cortes Constituyentes de la República de 1931.

 
Angel Ortiz Alfau, con Joseba Arregi y el exlehendakari Joseba Andoni Leizaola. De pie Bernardo de Arrizabalaga, escritor, María Esther Solabarrieta y Francisco Abrisqueta, en el homenaje que se le rindió a este último. Bilbao, enero de 1987.

 Bien es verdad que, pese a las apariencias, fueron de la más viva simpatía mutua.

     Más aún que la simpatía recíproca, muy auténtica y honda desde luego, operó sobre mí una verdadera admiración respecto a él. La personalidad y actividades suyas me resultaban algo ejemplarísimo.

     Aquellas sus caminatas por tierras de España y Portugal, aquella curiosidad e interés por los grupos campesino encerrados en reducidas comarcas, ni leonesas, ni castellanas, ni portuguesas, ni extremeñas siquiera, me encantaban.

     Aquella profundidad de análisis del ambiente, del paisaje, de los grupos familiares, me descubría lo más auténtico y profundo de la geografía peninsular.

     Aquellos Cristos que le hacen y nos hacen meditar, tanto más cuanto más solitarios se hallen, son inolvidables. Lo puedo yo testimoniar, no sólo por mi misma persona sino por otras.

     En particular por aquel joven laburdino, enviado a Bethanam por su familia que lo juzgaba difícil de disciplinar y que habiendo leído por azar la publicación titulada "Al Cristo Yacente" y sin que nada hiciera provocar en él tal reacción, puesto que yo -profesor interino- ni había aludido ni mencionado a la correspondiente página de los textos de la Universidad de Toulouse, exclamase "Y dicen que Unamuno es antirreligioso".

     Don Miguel resulta en mi memoria, ciertamente, otra grande, muy grande, figura por su sinceridad política y por todo el calvario que ello le acarreó.

     ¿Cómo no evocar aquí los años que siguieron al 1923, el confinamiento en las islas Canarias, el largo exilio en Hendaya, sus hojas libres dirigidas desde allí a los demócratas del interior? ¿Cómo silenciar que su extrañamiento fue una réplica o contrarréplica al ¡Viva la muerte! del fascismo proclamado en Italia en 1922 y al totalitarismo que intentaba ya la conquista del poder en Alemania por todos los medios?

     Yo mismo, el 15 de agosto de 1923, llegué de Berlín a Munich, donde Hitler había debido ser reducido a prisión por el Ejército Bávaro. Y en los cuarteles de este último ondeaban carteles juzgados como separatistas respecto de Prusia o Alemania.

      El gran personaje y pensador, el hombre histórico que fue Unamuno, no puede ser separado de la historia de Europa y América en los días de su propia vida. Hijo de Bilbao y vasco por toda su ascendencia, don Miguel no fue esclavo de lo ocurrido entre el día de su nacimiento en 1864 y el de su fallecimiento en 1937 ...

     Según lo que pude yo apreciar en mis viajes a América, desde Buenos Aires hasta México y desde Caracas hasta Nueva York, ninguna figura vasca tenía tanta audiencia como Unamuno, lo cual se explica muy bien al compararlo con los literatos y los periodistas de aquellos países, por cuanto que en él no se da la tendencia tan sensible en los escritores de lengua española de los dos continentes hacia el preciosismo, llamado también barroquismo.

     En Euskadi, por otra parte, yo encontraría la huella de Unamuno, pensador y escritor, en el más destacado de nuestros filósofos. Otro hombre de diáfana pluma, que fue mi buen amigo Zubiri, el donostiarra.

JESUS Mª DE LEIZAOLA
Ex-presidente del Gobierno Vasco en el Exilio

P.D.: Permítaseme agregar que la cátedra de lengua griega era para Unamuno un magisterio. De sus discípulos, el que yo más conocí y traté fue un navarro expansivo y generoso a quien hubiera deseado consultar antes de redactar las precedentes cuartillas: Manuel de Irujo y Ollo. ¡Qué satisfacción hubiera sido la suya y la mía haber podido suscribir ambos estas cuartillas!

miércoles, 18 de diciembre de 2013

DEL BILBAINISMO DE UNAMUNO Y SU "DIARIO POETICO"

   
 Cualquier aficionado a leer en Bilbao sabe de sobra del bilbainismo del bilbaino Miguel de Unamuno. En casi todos sus libros -novelas, ensayos, poemas, teatro- existen abundantes muestras de su amor por Bilbao. Sería necesario un libro muy voluminoso para recoger todo cuanto escribió dedicado a la villa y a sus cosas.

     Ensayos que después de ver la luz formaron parte del libro "De mi país", seguramente el libro más conocido por aquí. Ensayos recogidos en otro libro no tan conocido, publicado por la revista "Hermes" y titulado "Sensaciones de Bilbao". Sus "Recuerdos de niñez y mocedad"... Su magnífica novela, llamada por alguien la novela de Bilbao, "Paz en la guerra". Su "Rosario de sonetos líricos". Sus otros ensayos, publicados en libros, revistas y diarios de España y de fuera de España... A cada paso Miguel de Unamuno recuerda y escribe de su Bilbao, de su "bochito", como le llama cariñosamente con mucha frecuencia.

     Por eso sorprende un poco el que durante los nueve años que empleó en escribir su única obra póstuma, el "Diario poético", que contiene nada menos que mil setecientos cincuenta y cinco poemas, comenzado el 26 de febrero de 1928 y concluido días antes de su muerte -concluido por eso mismo-, o sea el 28 de diciembre de 1936, sorprende no poco, digo, que apenas dedicara una docena de ellos a este Bilbao que recorbada tanto.

     La primera de todas tiene fecha del 18 de junio de 1928. Es un recuerdo de niñez:

                             ¡Cochorro de mi niñez! 
                          En el cuévano en que guardas
                          tus alas de zumbar el vuelo
                          me traes la dulce mañana
                          de mi primer primavera
                          del Bilbao de mis entrañas.
                          Esos tus abaniquitos
                          me brezan brisa del alba
                          del alma que halló entre flores
                          de castaño tu morada,
                          cochorro aristofanesco,
                          juguete de mi alborada.
                          Manso cochorro, que preso
                          del hilo traidor volabas,
                          pide al Dios de los cochorros,
                          el Dios que me sopló el alma,
                          que no corte el hilo santo
                          que mis recuerdos enlaza.

     El 12 de julio del mismo año dedica a las narrias de la villa:

                             No volveré a veros narrias,
                           al Bilbao que se me fue,
                           resbalabais silenciosas
                           por calles de mi niñez.
                           Al paso de lentos bueyes,
                           que iban babeando a la vez
                           que el barrilito goteaba
                           e iba marcando el cordel.
                           ¡Qué encanto montar un poco
                           sobre las vigas y ver
                           que el Nervión también sin ruedas,
                           se iba a la mar sin saber.
                           Y así marchó mi vidita,
                           ¡Qué sirinsirin aquél!,
                           las ruedas del automóvil,
                           invención de Lucifer.

     En septiembre, el día 26, escribe en su diario nada menos que cinco poesías. En una de ellas vuelve a recordar su niñez bilbaina:

                               Sancho de Azpeitia arrogante, 
                            a Don Quijote replica,
                            y en romance vizcaíno, 
                            en erdera quijotiza.

                            Te he hecho mía, lengua hermosa,   
                            a chuchu de alta conquista,
                            y he de meter en tu colco
                            concordancia vizcaina.

                            Cuando chenche en mi bochito
                            tus acentos balbucía,
                            hice risas de tu verbo
                            luego entre chalados de villa.

                            Entre coitaos y memelos
                            mi campaña proseguía,
                            salí de los sirimiris
                            para subir a Castilla.

                            Se me secaron los huesos,
                            mas en sus tuétanos vibran
                            la húmedas chirenadas
                            de mi niñez bilbaína.

     En octubre recuerda a un amigo de su niñez muerto, y hasta marzo de 1929 no hay ya en el diarío poético ninguna otra referencia a su cara ciudad natal:

                                El cuitao es en Bilbao
                            un coitao.
                            En Cuaresma, bacalao
                            al sirimiri
                            se ingiere.
                            Gargantúa,
                            ¡venga grúa!
                            Pero, hombre, ¡que así se muere!
                            ¿Que más da?
                            Y de otro modo, también. ¡Carne va!
                             La cuita nos dé esperanza;
                            de la panza sale la danza;
                            allí en el muelle de Ripa
                            se abastecía la tripa;
                            de este mundo sacarás
                            lo que metas y no más.

     El mismo día insiste en sus recuerdos de niñez:

                               ¡Aivá éste! ¡Nos ha meao
                            en mitá mitá del ojo!
                            ¡Ay, mi niñez! ¡Mi Bilbao!
                            ¡Calma , alma mía, tu antojo!
                            ¿No está meándome el cielo
                            sirimiri de ilusión?
                            ¡Dios, qué mezquino el consuelo!
                            Tu mar me dará la razón.

     Un leve recuerdo del Nervión, junto con el Tormes, el Bidasoa, hay cuatro días después. El 6 de marzo de 1929 escribe en Bayona:

                                ¡Ay, catedral de Bayona!
                             ¡Santiago de mi niñez!,
                             cielo vasco por corona,
                             ya se fue mi peor vez.
                             Sediento en la Nive bebo
                             memorias de mi Nervión,
                             donde al viejo, Puente Nuevo
                             se le llama y es razón.
                             Bayona de la añoranza,
                             el recuerdo es porvenir;
                             el porvenir, esperanza;
                             Bilbao a la mar, morir.

     Todavía el mismo mes, el día 11, dedica una poesía al sirinsirin de San Nicolás:

                                 Ay, el sirinsirin de San Nicolás,
                              a gastar las pobres bragas por detrás,
                              calentarse el culo y vuelta al escás.

                               La piedra pulida de tanto tristrás;
                               se gasta el ensueño
                               al mismo compás.

     El 18 de abril escribe:

                                  Bilbao, el barco dice adiós a silbo;
                                la mena roja llévase el Nervión;
                                antaño a Shekspir al cantarle el bilbo
                                el arte le cantaba del ferrón.

     En septiembre del mismo año, el día 20, encontramos este recuerdo de Trueba y de su niñez:

                                   "Cuentos de color de rosa"
                                 nos dejaste, amigo Trueba;
                                 su lectura me renueva
                                 la niñez esperanzosa.

                                 Me ciñen rosas al alba
                                 de la vida que he soñado,
                                 y me limpian de pecado,
                                 que es el niño quien nos salva.

                                  Cruzábamos nuestras horas
                                  en las estradas de Abando,
                                  tú con tus cuentos soñando,
                                  yo soñando en cojer moras

                                  Tú fuiste, Trueba, el primero
                                  que adivinara mi sino,
                                  Dios te puso en mi camino
                                  cuando rayó mi lucero.

                                  Vuelvo a tu chocholería,
                                  la del Bilbao de mi cuna,
                                  la rueda de la fortuna
                                  vuélvanos el primer día.
 
     Un último poema en aquel año de 1922 habría de escribir todavía en su "Diario", relativo a Bilbao, dedicado "a Juan Echevarría, mi pintor":

                                      Mi puente de Isabel Segunda,
                                   luego puente del Arenal;
                                   sobre el Nervión al puente inunda
                                   a las doce río animal.
                                   Ríe la ría risa sucia,
                                   sudor de hierro, lleva al mar;
                                   a las costureras acucia,
                                   hay que ganarse un mal pasar.
                                   Sobre la ría pasa un río,
                                   agua de ensueños va a dormir;
                                   puente de vida, mocerío;
                                   ¡Ay mi Nervión, del porvenir!

     Aún hay en ese interesante "Diario poético" otra poesía dedicada a su ciudad natal, titulada precisamente "Bilbao". Tiene fecha del 25 de enero de 1931 y dice así:

                                       Tú, no; tú, no, Bilbao, me cuentas
                                    historias;
                                    tú, con labios de madre, lentas
                                    memorias
                                    que hablan de eternidad;
                                    de eternidad de antes de niño,
                                    de la antecuna
                                    que arrebujado a tu cariño
                                    dormita mi fortuna;
                                    tuya, Bilbao, mi humanidad.

                                    Tú eres mi tierra, mi terruño,
                                    terrón;
                                    en mis entrañas el cuño,
                                    de tu Nervión.

                                    Tú no, tú no, Bilbao, fantasmas
                                    de tinta,
                                    menguadas cataplasmas
                                    que a la razón encinta        
                                    le calman los ojos de la fe;
                                    tú alboreadas brumas, rocío de oro,
                                    mortal rocío,
                                    donde en divinas plumas,
                                    final tesoro,
                                    sin albedrío,
                                    libre de todo ensueño, me dormiré.

     Ahora que se acerca el centenario de su nacimiento, y que en varias ciudades de España y del extranjero se preparan actos y publicaciones de homenaje, pienso que Bilbao es la ciudad que más deuda tiene con tan grande escritor y hombre, no sólo porque es su hijo más notable, sino porque a lo largo de su vida -que no fue corta- contó con mucho afecto a su bochito, a su rincón natal.

     Con el mismo afecto con que cantó siempre, también, a "su España adorada", el otro amor intenso de Miguel de Unamuno.

ANGEL MARÍA ORTIZ ALFAU
19 de septiembre de 1962 

viernes, 13 de diciembre de 2013

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Bilbao y los Poetas: Roberto Albandoz

Nació el 28 de mayo de 1951 en Vitoria-Gasteiz. Miembro del colectivo bilbaino "Poetas por su pueblo" y colaborador habitual de la revista poética "Zurgai" obtuvo con su único libro publicado, "De buenas a primeras", el premio "Bahía" 1982. Falleció el 19 de febrero de 1985 en el accidente aéreo del monte Oiz.


Hay días, Bilbao,
en los que todo me parece ¡al fin! maravilloso,
cuando el sol te despierta como a un niño rebelde,
con su alegre cara sucia,
tus manos sucias pringadas de trabajo,
tus legañas brillantes de agría madrugada,
tus finos pies de acero,
                o cuando la lluvia vence
tu orgullo de metal,
tu alma irreductible de guerrero
sobre un charco de brillos en la acera.

Pero es tiempo, ya, Bilbao,
de dar vuelta a los bolsillos,
de meditar un poco
                 -con todas esas cosas
adornando el mantel de sobremesa
cuando sólo queda un sorbo de mal vino
y un principio de sueño y de ceniza-.
.
Es tiempo de averiguar como pasaste
de niño alegre de provincias
a monstruo comemierdas, comegentes, comevidas;
por qué oscura razón te crecieron las uñas
y te brotó ese quister de amargor,
este vacío miedo que cercena tu esencia.

Por qué se ahoga el aire adivinando espacios,
respirando el polvo del penúltimo derribo.
Es tiempo ya -¿no te das cuenta?-
de preguntarse, de rascarte las llagas
que el tiempo ha roturado
como a un perro viejo y solitario,
más por abandono y por pereza,
que por saña rabiosa
o siniestra malicia.

Ahora tu tristeza
entiende la derrota,
incluye un poso de ácida resaca.

Es tiempo ahora de avanzar, como a brincos,
arrancando espinas de tu salada costra,
espinas de abandono,
                  de herrumbre acumulada.
Tiempo de hacerte, de vivirte,
de apuntalar las células que aguantan
y darte aire al aire,
respirar contigo ese húmedo norte,
esa fina lluvia que espabila.

Es hora ya de aventar entre todos
el cálido aliento de la vida
para que avance el ogro
y se haga humano.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Colección "El Cofre del Bilbaino"



ARTURO DIEGUEZ BERBÉN
Colección "El Cofre del Bilbaino"

 

Librero bilbaíno, titular del establecimiento Librería Arturo, que fuera, en un largo periodo de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, uno de los centros de referencia y relación cultural del País Vasco. El librero fue el promotor a su vez de algunas actividades culturales y editoriales, que dieron sentido a un tiempo, y procuraron recoger documentos de gran interés en la historia de Bilbao y Vasconia. Acogiendo la propuesta del bibliófilo y publicista bilbaíno Ángel María Ortiz Alfau, Arturo Diéguez fundó con el anterior -que fue el auténtico editor- la colección "El Cofre de el Bilbaíno", en la que se publicaron libros de referencia histórica insoslayable.

 

El Cofre del Bilbaíno (1961-1973)

 

"El Cofre del Bilbaíno" es uno de los tesoros bibliográficos más hermosos editados nunca en Bilbao. En este proyecto editorial se publicaron libros de referencia básica para conocer la historia de la Villa. En esta colección, promovida y editada junto con el librero Arturo Diéguez, conocido popularmente como Arturo, se nota de manera especial la dirección intelectual y el quehacer de Ángel María Ortiz Alfau. En ella se editaron veinticuatro volúmenes, que son básicos para entender la vida y la historia, no sólo de Bilbao o Bizkaia, sino de Vasconia. Ortiz Alfau escribirá distintos prólogos o notas editoriales para introducir algunos volúmenes. Pero si algo procede resaltar es que todo el programa editorial de "El Cofre del Bilbaíno", resulta de un criterio muy riguroso y de un sentido histórico profundo. De hecho, cuando el librero Arturo sintió la tentación de publicar el libro de Alberto Diéguez Berbén, que era su hermano, Ortiz Alfau le expresó a su amigo que no podía seguir encargándose de una colección que perdía el norte, el sentido y el criterio básico y riguroso que la había inspirado. La colección dejó entonces de publicarse. Pero el "El Cofre" desaparece también, no por falta de ideas, sino por cansancio, por el conjunto de impedimentos de todo orden que la empresa -unas publicaciones de esmero, sentido y cuidada edición- suponía. De hecho, todas las tareas, desde la selección de textos, fijación de los mismos, resolución de trámites legales, autorizaciones, edición y distribución, corrían por cuenta de Ángel María Ortiz Alfau.

Lamentablemente, la colección dejó de existir sin dar a la luz uno de los volúmenes anunciados, Biografía de la Villa de Bilbao, del propio Ortiz Alfau. Es este un título ambicioso, que recuerda a otro de Rafael Sánchez-Mazas, pero que Ortiz Alfau debería haber encarado y publicado con tiempo, memoria y vivencias que podían aportar datos de régimen singular para entender la intrahistoria de la vida cultural y social -y una parte de la vida política- del último medio siglo del XX. En la colección de "El Cofre" se anunciaron algunos otros libros, como el titulado Cien poetas cantan a Bilbao, antología preparada por Gregorio San Juan, pero que nunca vería la luz dentro de la misma. Ángel María Ortiz Alfau guardaba en su biblioteca el primer libro de la colección, "El Bilbao anecdótico de la segunda mitad del siglo XIX", de Emiliano de Arriaga, con una dedicatoria especial, que prueba, una vez más, la forma en que Ángel María y su hermano Rafael, pintor, colaboraron estrechamente en distintas ediciones a lo largo del tiempo: "Las ilustraciones de este libro han sido coloreadas a mano especialmente para mi hermano Ángel María".

 

Si se quiere tener una idea de cuanto representa y significa esta colección de libros, basta con revisar la relación, que ahora damos completa:

Títulos publicados en la colección "El Cofre del Bilbaíno"

 

·  El Bilbao anecdótico de la segunda mitad del siglo XIX, por Emiliano de Arriaga.

·  Memorias de un bilbaino, por José de Orueta.

·  La Pastelería y otras narraciones bilbaínas, por Emiliano de Arriaga.

·  Viajes y memorias, por Pacho Gaminde.

·  Calles de Bilbao, por Fernando de la Cuadra Salcedo, marqués de los Castillejos.

·  Bajo mi cielo metalúrgico, por Juan Antonio Zunzunegui.

·  De Pagasarri al Nervión y otras páginas, por Adolfo de Aguirre.

·  Epistolario del Doctor Areilza.

·  La "belle époque" bilbaina, 1917-1922, por Varios Autores.

·  Historia de la Sociedad Bilbaina, por Varios Autores.

·  Mi bochito, por Miguel de Unamuno.

·  Cuadros de la Villa bilbaina, por Alfredo de Echabe y Juan E. Delmas.

·  Sinfonía bilbaina en tres tiempos, por Ramón Sierra.

·  La Ría de Bilbao, por Cándido Fullaondo.

·  Bilbao a mediados del siglo XIX y otras páginas, por Juan Carlos de Gortázar.

·  Divagaciones de un bilbaino, por Alejandro de la Sota.

·  Mi calle, por Julián Valle.

·  Las tres rosas de Léibar, por Óscar Rochetl y Daniel de Lecanda.

·  Historia y anécdota de algunas canciones bilbainas, por Julián Echevarría "Camarón". Prólogo de Joaquín de Zuazagoitia. Recopilación musical y armonización de Timoteo de Urrengoechea.

·  Buenos noches, rías..., por María Julia de Terrazas, y Lexicón bilbaíno neto, por Emiliano de Arriaga.

·  La Sociedad Filarmónica de Bilbao (Ensayo histórico), por Ramón A. Rodamilans.

·  Miscelánea histórica bilbaina, por Manuel Basas Fernández.

·  Paz en la guerra, por Miguel de Unamuno.

·  Panorámicas y remembranzas de Bilbao, por Alberto Diéguez Berbén.

·  Biografía de la Villa de Bilbao, por Ángel María Ortiz Alfau. (Aunque anunciado, no llegó a publicarse).
 
(La colección está completamente agotada, siendo tan solo posible encontrar algún ejemplar suelto en librerías especializadas en el libro de viejo)